jueves, 17 de marzo de 2016

Rel3 B2.2 El mal

1.- El misterio del mal.
YouCat 51 Si Dios lo sabe todo, ¿por qué no impide entonces el mal?
"Dios permite el mal sólo para hacer surgir de él algo mejor" (Santo Tomás de Aquino). [309­314,324]
El mal en el mundo es un misterio oscuro y doloroso. El mismo Crucificado preguntó a su Padre: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46). Hay muchas cosas incomprensibles. Pero tenemos una certeza: Dios es totalmente bueno. Nunca puede ser el causante de algo malo. Dios creó el mundo bueno, pero éste no es aún perfecto. En medio de rebeliones violentas y de procesos dolorosos se desarrolla hasta su consumación definitiva. De este modo se puede situar mejor lo que la Iglesia denomina el mal físico, por ejemplo, una minusvalía de nacimiento o una catástrofe natural. Por el contrario, los males morales vienen al mundo por el abuso de la libertad. El "infierno en la tierra" (niños soldado, ataques de terroristas suicidas, campos de concentración...) es obra de los hombres la mayoría de las veces. Por eso la cuestión decisiva no es: "¿Cómo se puede creer en un Dios bueno cuando existe tanto mal?", sino: "¿Cómo podría un hombre con corazón y razón, soportar la vida en este mundo si no existiera Dios?". La Muerte y la Resurrección de Jesucristo nos muestran que el mal no tuvo la primera palabra y no tiene tampoco la última. Del peor de los males hizo Dios salir el bien absoluto. Creemos que en el Juicio Final Dios pondrá fin a toda injusticia. En la vida del mundo futuro el mal ya no tiene lugar y el dolor acabará. D40, 286-287




YouCat 70. ¿Cómo nos saca Dios del remolino del mal?
Dios no se limita a contemplar cómo el hombre se destruye cada vez más a sí mismo y a la creación a través de la reacción en cadena del pecado. Nos envía a Jesucristo, el Salvador y Redentor, que nos arranca del poder del pecado. [410­412,420­421]
"Nadie me puede ayudar": esta formulación de la experiencia humana ya no es válida. Llegue a donde llegue el hombre a través de sus pecados, hasta allí ha enviado Dios Padre a su Hijo. La consecuencia del pecado es la muerte (cf. Rom 6,23).
La consecuencia del pecado es sin embargo también la maravillosa solidaridad de Dios, que nos envía a Jesús como amigo y salvador. Por eso al pecado original se le llama también felix culpa: "Oh feliz culpa que mereció tal redentor" (liturgia de la Vigilia Pascual).


YouCat 54. ¿Quiénes son los ángeles?
Los ángeles son criaturas de Dios puramente espirituales, que tienen inteligencia y voluntad. No son corporales, son inmortales y normalmente no son visibles. Viven constantemente en la presencia de Dios y transmiten a los hombres la voluntad y la protección de Dios. [328-­333,350­-351]
Un ángel, escribió el cardenal Joseph Ratzinger, es "como el pensamiento personal mediante el cual Dios se vuelve hacia mí". Al mismo tiempo los ángeles están completamente vueltos a su Creador. Arden en amor por él y le sirven noche y día. Nunca cesa su canto de alabanza. Los ángeles separados de Dios son llamados en la Sagrada Escritura diablos o demonios.

«No he dudado nunca de la existencia del diablo y de su influencia en el hombre; pero desde que soy exorcista he entendido qué significa verdaderamente. El Maligno es capaz de destruir culturas, de destruir pueblos. Tiene envidia del hombre, sobre todo de su capacidad de amar. A causa de esta envidia, mucha gente sufre. He enseñado Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma durante más de treinta años. Cuando volví a Padua, mi diócesis, el obispo Antonio Mattiazzo me confió el ministerio de exorcista. En siete años he atendido a más de 1300 personas con trastornos del alma más o menos graves. Son hombres y mujeres sólo de nuestra diócesis porque he decidido, de acuerdo con mis superiores, no acoger peticiones que vengan de fuera de la diócesis de Padua. En parte porque no podría y, en parte, porque es importante que los obispos comprendan la urgencia del problema y no descuiden el nombramiento de exorcistas».
Sante Babolin, exorcista de Padua (Italia).

2.- El diablo, fuente del mal.
Catecismo 391. Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).

Catecismo 392. La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2P 2,4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (1 Jn 3,8), "padre de la mentira" (Jn 8,44).

Catecismo 393. Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte" (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 2,4: PG 94, 877C).

En castigo por su orgullo, Lucifer y sus seguidores tuvieron que abandonar para siempre el Cielo y permanecer en el infierno donde ya no se puede amar a Dios. Su enemistad con Jesús, el Salvador, y María, su Santísima Madre, es imposible de abolir y durará por toda la eternidad. En su odio a Dios y a su obra, tratan de hacernos caer también a nosotros; quieren apartarnos del Cielo que ellos han perdido para siempre. Por eso Satanás lucha incesantemente contra la Iglesia, en su furia contra los testigos de Jesús y aquellos que guardan los mandamientos de Dios. La acción del diablo es la de engendrar la mentira y matar la vida divina en el hombre, tal cual lo hizo consigo mismo; su misión es la de hacerle la guerra durante toda su vida mortal.

Por desgracia, hoy el diablo tiene muy fácil el camino para intentar aniquilar en el hombre su capacidad para distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal. En parte gracias a la influencia del relativismo y de ideologías orientales que tienden a dar por bueno, no aquello que es verdadero sino aquello que es verosímil. De esta manera se facilita la desorientación, desaparecen las convicciones, y la ciencia se convierte en esclava de la técnica por lo que todo lo que es técnicamente posible se convierte en científicamente válido... Dónde no hay un libre uso de la razón no puede haber verdadero amor ya que no hay una auténtica elección. Por ahí el diablo tiene el acceso libre.

Dios es expulsado del alma y Satanás queda como rey absoluto para inspirar malos pensamientos, malos deseos y otras acciones lamentables. Las almas de los hombres, atacadas a fondo por Satanás en su alejamiento de Dios, no saben o no pueden otra cosa que entregarse a él mediante el pecado. 

Satanás es sutil, y se introduce de soslayo: en la imaginación creando figuras e imágenes de odio o de sensualidad; en el deseo, incitando a todo pecado desde el robo hasta la pereza: en la vida, tratando de apartarla del camino de la salvación que señala Jesús. Quien no tenga fe o esté alejado de ella, o quien prefiera no pensar en que es Satanás quien le tienta, o quien esté decidido a vivir y actuar según sus pasiones incluso en contra de la voluntad de Dios, negará la exigencia y el poder del demonio abriéndole así, de par en par, las puertas de su alma.

En nuestra sociedad es apreciable la acción del diablo en numerosos males de nuestro tiempo: el uso extendido de drogas entre la juventud, la creciente criminalidad, la banalización de la sexualidad desvinculándola del amor, la depreciación del valor de la virginidad, la falta de pudor, la multiplicación de los abortos, el uso generalizado de anticonceptivos parta evitar tener hijos, la destrucción de los matrimonios y de las familias, la falta de respeto en el lenguaje y en el trato con las personas, el desprecio hacia los padres o hacia la autoridad de otros, los niños que son abandonados o abusados, la destrucción y degeneración del  entorno natural, la corrupción generalizada, las atrocidades contra otros a los que no se les reconocen la dignidad y los derechos que les son propios: homicidios, guerras, etc.

«Al Maligno le molesta el amor humano. En un exorcismo el diablo me dijo con rabia: "¡No soporto que se amen!". Se refería a una pareja casada. Esto me hizo reflexionar mucho sobre el papel fundamental del matrimonio. Las armas que tenemos contra el demonio son dos: la oración, es decir, la relación de amor con Dios Padre, y el amor por el prójimo. El matrimonio es el sacramento del amor. Por esta razón el diablo quiere destruirlo. Y muchos problemas se superan con un acto de perdón, que es un amor incrementado, que deja "K.O." al diablo».
Sante Babolin, exorcista de Padua (Italia).


Catecismo 1707. “El hombre, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia” (Gaudium et Spes 13, 1). Sucumbió a la tentación y cometió el mal. Conserva el deseo del bien, pero su naturaleza lleva la herida del pecado original. Ha quedado inclinado al mal y sujeto al error.
«De ahí que el hombre esté dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas». 


3.- El diablo, enemigo de la verdadera libertad.
Catecismo 1779. Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización:
«Retorna a tu conciencia, interrógala. [...] Retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al testigo, Dios».
San Agustín, In epistulam Ioannis ad Parthos tractatus 8, 9.

El ser humano busca constantemente la presencia del amor en su vida, pero lo hace dejándose llevar por sus impulsos y sus sentidos, y no por un recto discernimiento de la razón. Hoy en día, en una sociedad donde se sobrevalora la espontaneidad, las personas se dejan llevar por las sensaciones, coleccionan experiencias aparentemente hermosas… pero no se reflexiona. El tiempo dedicado al discernimiento es mínimo. Y esto es un problema ya que de esta manera la libertad desparece, porque no puede haber libertad sin una razón que guíe nuestras elecciones. Por tanto, disminuir la razón quiere decir disminuir la libertad, significa ser irresponsables de la realidad en la que vivimos, en busca de lo inmediato, del "me apetece".

Esta es la ideología que subyace en la publicidad, en los medios de comunicación, en las redes sociales y, por tanto, en los jóvenes; pero también cada vez más en los adultos, que dicen: "Si me apetece lo hago". No se piensa, no se discierne, no implica un compromiso... y el ser humano pierde así su dignidad de persona. El compromiso no depende de que “me apetezca”. Todo está vinculado: razón, libertad, dignidad. También la vida en sociedad, porque la convivencia y las leyes civiles que la regulan no se fundan sobre el "me apetece"

La dignidad está vinculada a la libertad. Mi dignidad de ser humano se ejercita en el uso de la razón, del discernimiento, en la conciencia de saber lo que uno es: una síntesis perfecta de materia y espíritu.

Catecismo 1733. En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (cf Rm 6, 17).

El diablo desea alejarnos de nuestra identidad de seres humanos. Su arma más sutil es la confusión, por lo que ya no se sabe dónde está la derecha y dónde la izquierda. Cuando hay confusión el Maligno está siempre actuando. Otra de sus armas es la seducción, la atracción por lo inmediato, por lo que se encuentra fácilmente, por el “todo, ya, ahora” y sin esfuerzo. Pero no podemos ser libres si estamos dominados por los sentidos y el instinto.

El instinto es lo que tenemos en común con los animales. Pero el ser humano está llamado a no ser esclavo del instinto y a poder gestionar sus decisiones según la razón. Es libre de dar cada día una respuesta de fidelidad al amor que Dios derrama sobre él... La verdadera libertad se realiza amando. Somos libres para amar.



  • RdP Veo, pienso, me pregunto: "Redención".






4.- Jesús, nuestro Salvador, vencedor del mal y del diablo.
Catecismo 395. El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física— en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la Divina Providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28).

En el primer día tan funesto en que el demonio se introdujo en el mundo, hizo caer en la tentación a nuestros primeros padres. Sin embargo, el triunfo de Satanás no será absoluto, ya que en las promesas divinas que Dios hace después del pecado de origen que ocasionó la ruina de Adán y la de sus descendientes, anuncia a la serpiente: «Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya; te aplastará la cabeza mientras intentas atacar su talón» (Gen 3, 15): la descendencia es la de María. La Divina Providencia confió a una Mujer el encargo de vencer al demonio. En otras palabras, el Mal tendría una descendencia, pero también el Bien la tendría y derrotaría al Mal.

Catecismo 1708. Por su pasión, Cristo nos libró de Satán y del pecado. Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia restaura en nosotros lo que el pecado había deteriorado.

YouCat 75. ¿Por qué los cristianos llaman "Señor" a Jesús?
"Vosotros me llamáis 'el Maestro' y 'el Señor' y decís bien, porque lo soy" (Jn 13,13) [446-­451,455]
Los primeros cristianos hablaban con naturalidad de Jesús como el "Señor", sabiendo que en el ANTIGUO TESTAMENTO esta denominación estaba reservada para dirigirse a Dios. Mediante numerosos signos Jesús les había demostrado que él tiene poder divino sobre la naturaleza, los demonios, el pecado y la muerte. El origen divino de la misión de Jesús se reveló en la Resurrección de los muertos. Santo Tomás confiesa: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20,28). Esto quiere decir para nosotros: si Jesús es el Señor, un cristiano no debe doblar su rodilla ante ningún otro poder.

YouCat 91 ¿Por qué hizo Jesús milagros?
Los milagros que hizo Jesús eran signos del comienzo del reino de Dios. Eran expresión de su amor a los hombres y confirmaban su misión. [547-­550]
Los milagros de Jesús no eran una representación mágica. Él estaba lleno del poder del amor salvífica de Dios. Por medio de los milagros, Jesús muestra que es el Mesías y que el reino de Dios comienza en él. De este modo se podía experimentar el inicio del nuevo mundo: liberaba del hambre (Jn 6,5-15), de la injusticia (Lc 19,8), de la enfermedad y la muerte (Mt 11,5). Mediante la expulsión de demonios comenzó su victoria contra el "príncipe de este mundo" (Jn 12,31; se refiere a Satanás). Sin embargo, Jesús no suprimió toda desgracia y todo mal de este mundo. Se fijó especialmente en la liberación del hombre de la esclavitud del pecado. Le importaba ante todo la fe que suscitaba a través de los milagros. 241-242
"Si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt 12,28).


5.- María y la Iglesia en combate contra el mal.
Catecismo 409. La situación dramática del mundo que "todo entero yace en poder del maligno" (1 Jn5,19; cf. 1P 5,8), hace de la vida del hombre un combate:
«A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo».
 Gaudium et Spes 37,2.

Catecismo 410. Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado "Protoevangelio", por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta.

Catecismo 411. La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1Co 15,21-22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con sobreabundancia la desobediencia de Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el "protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: Bula Ineffabilis Deus: DS 2803) y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado (cf. Concilio de Trento: DS 1573).

Para las almas fuertemente perseguidas por el demonio San Luis María Grignion de Montfort posee una saludable medicina: la Verdadera Devoción a María.  
«Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable enemistad, que durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. De modo que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado contra Satanás es María… a quien dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgullo impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino en cierto modo más que al mismo Dios».
San Luis María Grignion, Tratado de la Verdadera Devoción, 52.

Satanás teme a María Santísima: 
  1. Porque es orgulloso y le duele enormemente que sea derrotado por una sencilla mujer.
  2. Porque Dios ha concedido tanto poder a la Virgen, que los demonios tienen más miedo a un solo suspiro de María en favor de una persona, que a las oraciones de todos los santos; a una sola amenaza suya contra los demonios, más que a todos los tormentos.
  3. Porque en el Cielo, María ha conquistado con su humildad y sumisión a Dios, lo que Satanás perdió por su orgullo, autosuficiencia e independencia.


Catecismo 1709. El que cree en Cristo es hecho hijo de Dios. Esta adopción filial lo transforma dándole la posibilidad de seguir el ejemplo de Cristo. Le hace capaz de obrar rectamente y de practicar el bien. En la unión con su Salvador, el discípulo alcanza la perfección de la caridad, la santidad. La vida moral, madurada en la gracia, culmina en vida eterna, en la gloria del cielo.


«De acuerdo a la orden de Dios, los demonios de ninguna manera pueden ofender personalmente, calumniar, injuriar o maldecir a la Madre de Dios, a diferencia de nosotros los humanos, muchos así lo hacen en estos tiempos».
Padre Gabriel Ámorth, exorcista.

En efecto, si la Madre de Dios es llamada por los exorcistas, los demonios huyen de Ella porque no aguantan su presencia. Dios mismo nos la pone a disposición como punta de lanza en la lucha contra el infierno.















A.- Anexos.
Fuentes: