domingo, 6 de diciembre de 2015

Rel2 Historia de la iglesia I: Los inicios de la Fe en Hispania

El primer anuncio de la Fe cristiana y la evangelización de España corresponde a la venida, presencia y anuncio del Apóstol Santiago, el primero que vertió su sangre para gloria de Cristo, bebiendo así el cáliz del Señor.

De entre los doce apóstoles, a Santiago, el hijo de Zebedeo, se le conoce como "el Mayor" por su importancia dentro de los Evangelios para distinguirlo de otro Santiago, el hijo de Alfeo y primo de Jesus (Mc 3, 17.18; Mt 10, 2-3). El nombre de Santiago es la traducción de «Iácobos» (Jacobo), variación griega del nombre hebreo Jacob. 

Santiago el Mayor era hermano de Juan y ambos, junto con Pedro, eran el grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús a participar de los momentos más importantes de su vida: la agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní o de los Olivos, y el momento de la Transfiguración. 

Sabemos que Santiago era de carácter impetuoso, un hombre de una gran energía. Jesús le llamaba a él y a su hermano Bonaerges, los "hijos del trueno". Le dijo a Jesús que estaba dispuesto a pasar por los mismos sufrimientos que él. Después de la resurrección y del acontecimiento de Pentecostés encontramos a Pedro acompañado de los once apóstoles dirigiéndose a la gente en Jerusalén. A partir de este momento, en la primavera del año 30, ya no son Pedro, Santiago y Juan los que van juntos, como cuando acompañaban a Jesús en algunos momentos importantes, sino que encontramos solo a Pedro y a Juan. ¿Donde está Santiago? Santiago ya no aparece en la narración de los Hechos de los Apóstoles hasta diez años después cuando se nos cuenta la noticia de su ejecución. ¿Donde ha estado Santiago? ¿Qué ha hecho para que se ensañaran contra él de esta manera?

No podemos pasar por alto el carácter impetuoso de Santiago y ese primer impulso que debió sentir en el encuentro con Jesús resucitado y que, tras recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, le empujaría a salir hacia fuera para decir la verdad a todos y no solo a sus hermanos judíos. Los Apóstoles eran conscientes de que esta noticia había que decirla a todo el mundo sin excepciones tal como Jesús resucitado les pedía. 

Entonces Santiago, llevado de su celo apostólico y su fuerte personalidad y energía, embarcó hacia el lugar más remoto del mundo conocido y vino hasta la orilla más occidental del mediterráneo. Según nos llega a través de la tradición, Santiago vino a recorrer algunos de los caminos de Hispania y se volvió después a Jerusalén.

San Lucas en el Libro de los Hechos nos habla de unos primeros viajes de los Apóstoles dentro del territorio siropalestino. En estos relatos se pone de manifiesto que el Evangelio de Jesús es para todos y no solo para el Pueblo de Israel y esto exasperaba a las autoridades judías que no veían con buenos ojos esta apertura. 

La ejecución de Santiago tiempo más tarde por parte de Herodes parece obedecer a un intento de escarmiento, pero llama la atención lo exagerado de esta medida. Nos cuenta San Lucas que esto gusto a los judíos. Sabemos que también encerraron a Pedro en la cárcel, una medida más comprensible como escarmiento. ¿Qué había hecho Santiago para que se ensañaran con él de esta manera? Al fin y al cabo Santiago era uno de su raza.

Santiago en Hispania.

El Apóstol Santiago, para llegar a Hispania, desembarcó en las playas de Carthago Nova (la actual Cartagena), desde donde se inició la evangelización de nuestras tierras. Así lo testimonia la inscripción, conservada en la parroquia de Santiago Apóstol de Cartagena, edificada sobre el lugar donde desembarcó: «Ex hoc loco orta fuit Hispaniae lux Evangelica» («De este lugar partió la luz del Evangelio para Hispania»)Así lo afirmaba ya en el siglo VII San Isidoro, obispo de Sevilla. Así aparece también recogido en un Breviario Armenio del siglo XI. También la venerable Madre María de Jesús de Agreda, escritora mística del siglo XVII, aseguraba en su libro "Mística Ciudad de Dios" que la Santísima Virgen le reveló que Santiago desembarcó en el puerto de Cartagena, donde dio inicio a su predicación apostólica. 
«Santiago estaba más lejos que ninguno de los Apóstoles porque fue el primero que salió de Jerusalén a predicar, (...) y habiendo predicado algunos días en Judea vino a España. Para esta Jornada se embarcó en el puerto de Joppe, que ahora se llama Jaffa. Fue esto en el año treinta y cinco del Señor, por el mes de agosto, que se llamaba sextil, un año y cinco meses después de la pasión del mismo Señor, ocho meses después del martirio de San Esteban y cinco años antes de la conversión de San Pablo (...) De Joppe vino Jacobo (Santiago) a Cerdeña y, sin detenerse en aquella isla, llegó con brevedad a España y desembarcó en el puerto de Cartagena, donde comenzó su predicación en estos reinos. Detúvose pocos días en Cartagena, y gobernado por el Espíritu Santo, tomó el camino para Granada, donde conoció que la mies era copiosa para padecer trabajos por su Maestro, como en hecho de verdad sucedió...».
Sor María Jesús de Ágreda, "Mística Ciudad de Dios", libro VII, capítulo 16, 319. 
La confianza en estos hechos es tan grande que el Santo Padre Benedicto XVI, concedió a la parroquia de Cartagena que lleva su nombre la celebración en 2010 de un Año Santo Jacobeo.

La colonia romana de Carthago Nova (Cartagena) fue, sin duda alguna, el lugar donde dio principio a la evangelización de los pueblos hispánicos. Sostenía relaciones comerciales con muchos puertos y naciones de su época. El itinerario desde Joppe hasta Carthago Nova era frecuentado por fenicios, hebreos, griegos y romanos. La playa donde desembarcaban los pasajeros y comerciantes procedentes de Oriente para comprar la plata que se recogía en las minas cartageneras corresponde al actual Barrio de Santa Lucía, donde se asienta la Parroquia de Santiago.
«Pero mientras anduvo en estos reinos de España, entre los favores que recibió Santiago de María santísima fueron dos muy señalados, porque vino la gran Reina en persona a visitarle y defen derle en sus peligros y tribulaciones. La una de estas apariciones y venida de María santísima a España es la que hizo en Zaragoza [Caesar Augusta in Hispania], tan cierta como celebrada en el mundo, y que no se pudiera negar hoy sin destruir una verdad tan piadosa, confirmada y asentada con grandes milagros y testimonios por mil seiscientos años y más (...) De la otra, que fue primera, no sé que haya memoria en España, porque fue más oculta, y sucedió en Granada, como se me ha dado a entender. Fue de esta manera: Tenían los judíos en aquella ciudad algunas sinagogas desde los tiempos que pasaron de Palestina a España, donde por la fertilidad de la tierra y por estar más cerca de los puer tos del mar Mediterráneo, vivían con mayor comodidad para la co rrespondencia de Jerusalén. Cuando Santiago llegó a predicar a Gra nada, ya tenían noticia de lo que en Jerusalén había sucedido con Cristo nuestro Redentor. Y aunque algunos deseaban ser informados de la doctrina que había predicado y saber qué fundamento tenía, pero a otros, y a los más, había ya prevenido el demonio con impía incredulidad, para que no la admitiesen ni permitiesen se predicase a los gentiles, porque era contraria a los ritos judaicos y a Moisés, y si los gentiles recibían aquella nueva ley destruirían a todo el judaísmo. Y con este diabólico engaño impedían los judíos la fe de Cristo en los gentiles, que sabían cómo Cristo nuestro Señor era judío, y viendo cómo los de su nación y de su ley le desechaban por falso y engañador, no tan fácilmente se inclinaban a seguirle en los principios de la Iglesia. 
Llegó el Santo Apóstol a Granada, y comenzando la predi cación salieron los judíos a resistirle, publicándole por hombre ad venedizo, engañador y autor de falsas sectas, hechicero y encanta dor. Llevaba Santiago doce discípulos consigo, a imitación de su Maestro. Y como todos perseverasen en predicar, crecía contra ellos el odio de los judíos y de otros que los acompañaron, de manera que intentaron acabar con ellos, y de hecho quitaron luego la vida a uno de los discípulos de Santiago, que con ardiente celo se opuso a los judíos. Pero como el Santo Apóstol y sus discípulos no sólo no temían a la muerte, antes la deseaban padecer por el nombre de Cristo, continuaron la predicación de su santa fe con mayor esfuerzo. Y habiendo trabajado en ella muchos días y convertido gran nú mero de infieles de aquella ciudad y comarca, el furor de los judíos se encendió más contra ellos. Prendieron a todos y para darles la muerte los sacaron fuera de la ciudad atados y encadenados y en el campo les ataron de nuevo los pies para que no huyesen, porque los tenían por magos y encantadores. Estando ya para degollarlos a todos juntos, el Santo Apóstol no cesaba de invocar el favor del Altísimo y de su Madre Virgen, y hablando con ella la dijo: "Santí sima María, Madre de mi Señor y Redentor Jesucristo, favoreced en esta hora a vuestro humilde siervo. Rogad, Madre dulcísima y clementísima por mí y por estos fieles profesores de la santa fe. Y si es voluntad del Altísimo que acabemos aquí las vidas por la gloria de su santo nombre, pedid, Señora, que reciba mi alma en la presencia de su divino rostro. Acordaos de mí, Madre piadosísima, y bendecidme en nombre del que os eligió entre todas las criaturas. Recibid el sacrificio de que no vea yo vuestros ojos misericordiosos ahora, si ha de ser aquí la última de mi vida. ¡Oh María, oh María!"

Estas últimas palabras repitió muchas veces Santiago, pero todas las que dijo oyó la gran Reina desde el oratorio del Cenáculo donde estaba mirando por visión muy expresa todo lo que pasaba por su amantísimo Apóstol San Jacobo [Santiago el Mayor]. Y con esta inteligencia se con movieron las maternas entrañas de María santísima en tierna com pasión de la tribulación en que su siervo padecía y la llamaba. Tuvo mayor dolor por hallarse tan lejos, aunque, como sabía que nada era difícil al poder divino, se inclinó con algún afecto a desear ayu dar y defender a su Apóstol en aquel trabajo. Y como conocía tam bién que él había de ser el primero que diese la vida y sangre por su Hijo santísimo, creció más esta compasión en la clementísima Madre. Pero no pidió al Señor ni a los Ángeles que la llevasen a donde Santiago estaba, porque la detuvo en esta petición su admira ble prudencia, con que conocía que nada negaría la Providencia divina ni faltaría si fuese necesario, y en pedir estos milagros regu laba su deseo con la voluntad del Señor, con suma discreción y me dida, cuando vivía en carne mortal.

Pero su Hijo y Dios verdadero, que atendía a todos los de seos de tal Madre, como santos, justos y llenos de piedad, mandó al punto a los mil ángeles que la asistían ejecutasen el deseo de su Reina y Señora. Manifestáronsele todos en forma humana y la dije ron lo que el Altísimo les mandaba y sin dilación alguna la recibie ron en un trono formado de una hermosa nube y la trajeron a Es paña sobre el campo donde estaban Santiago y sus discípulos apri sionados. Y los enemigos que los habían preso tenían ya desnudas las cimitarras o alfanjes para degollarlos a todos. Vio sólo el Apóstol a la Reina del cielo en la nube, de donde le habló y con dulcísima caricia le dijo: Jacobo, hijo mío y carísimo de mi Señor Jesucristo, tened buen ánimo y sed bendito eternamente del que os crió y os llamó a su divina luz. Ea, siervo fiel del Altísimo, levantaos y sed libre de las prisiones.—A la presencia de María se había postrado el Apóstol en tierra, como le fue posible estando tan aprisionado. Y a la voz de la poderosa Reina se le desataron instantáneamente las prisiones a él y a sus discípulos, y se hallaron libres. Pero los judíos, que estaban con las armas en las manos, cayeron todos en tierra, donde sin sentidos estuvieron algunas horas. Y los demonios, que los asistían y provocaban, fueron arrojados al profundo, con que Santiago y sus discípulos pudieron libremente dar gracias al Todo poderoso por este beneficio. Y el mismo Apóstol singularmente las dio a la divina Madre con incomparable humildad y júbilo de su alma. Los discípulos de Santiago, aunque no vieron a la Reina ni a los Ángeles, del suceso conocieron el milagro, y su maestro les dio la noticia que convino para confirmarlos en la fe y esperanza y en la devoción de María santísima.

Fue mayor este raro beneficio de la Reina, porque no sólo defendió de la muerte a Santiago, para que gozara toda España de su predicación y doctrina, pero desde Granada le ordenó su peregrinación y mandó a cien Ángeles de los de su guarda que acompañasen al Apóstol y le fuesen encaminando y guiando de unos lugares a otros y en todos le defendiesen a él y a sus discípulos de todos los peligros que se les ofreciesen, y que habiendo rodeado a todo lo restante de España le encaminasen a Zaragoza [Caesar Augusta in Hispania]. Todo esto ejecutaron los cien ángeles, como su Reina se lo ordenaba, y los demás la volvieron a Jerusalén. Y con esta celestial compañía y guarda peregrinó Santiago por toda España, más seguro que los israelitas por el desierto. Dejó en Granada algunos discípulos de los que traía, que después padecieron allí martirio, y con los demás que tenía, y otros que iba recibiendo, prosiguió las jornadas predicando en mu chos lugares de la Andalucía. Vino después a Toledo, y de allí pasó a Portugal y a Galicia, y por Astorga y divirtiéndose a diferentes lugares llegó a la Rioja y por Logroño pasó a Tudela y Zaragoza (...) Por toda esta peregrinación fue Santiago dejando discípulos por Obispos en diferentes ciudades de España y plantando la fe y culto divino. Y fueron tantos y tan prodigiosos los milagros que hizo en este reino, que no han de parecer increíbles los que se saben, porque son muchos más los que se ignoran. El fruto que hizo con la predicación fue inmenso, respecto del tiempo que estuvo en España, y ha sido error decir o pensar que convirtió muy pocos, porque en todas las partes o lugares que anduvo dejó plantada la fe, y para eso ordenó tantos Obispos en este Reino, para el gobierno de los hijos que había engendrado en Cristo».
Sor María Jesús de Ágreda, "Mística Ciudad de Dios", libro VII, capítulo 16, 322-326. 


«La purísima Madre, en manos de serafines (...), partió a Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania], en España, en alma y cuerpo mor tal (...) El felicísimo Apóstol Santiago estaba con sus discípulos fuera de la ciudad, pero arrimado al muro que correspondía a las márgenes del río Ebro, y para ponerse en oración se había apartado de ellos algún espacio competente, quedando los discípulos algunos dur miendo y otros orando como su maestro; y porque todos estaban desimaginados de la novedad que les venía, se alargó un poco la pro cesión de los Santos Ángeles con la música, de manera que no sólo Santiago lo pudiese oír de lejos, sino también los discípulos, con que despertaron los que dormían y todos fueron llenos de suavidad interior y admiración, con celestial consuelo que los ocupó y casi enmudeció, dejándolos suspensos y derramando lágrimas de alegría. Reconocieron en el aire grandísima luz, más que si fuera al medio día, aunque no se extendía universalmente más que en algún espacio, como un gran globo. Con esta admiración y nuevo gozo estuvieron sin menearse hasta que los llamó su Maestro. Con estos maravillosos efectos que sintieron, ordenó el Señor que estuviesen prevenidos y atentos a lo que de aquel gran misterio se les manifestase. Los San tos Ángeles pusieron el trono de su Reina y Señora a la vista del Apóstol, que estaba en altísima oración y más que los discípulos sentía la música y percibía la luz. Traían consigo los Ángeles preve nida una pequeña columna de mármol o de jaspe, y de otra materia diferente habían formado una imagen no grande de la Reina del cielo. Y a esta imagen traían otros Ángeles con gran veneración, y todo se había prevenido aquella noche con la potencia que estos divinos espíritus obran en las cosas que la tienen.

Manifestósele a Santiago la Reina del cielo desde la nube y trono donde estaba rodeada de los coros de los Ángeles, todos con admirable hermosura y refulgencia, aunque la gran Señora los ex cedía en todo a todos. El dichoso Apóstol se postró en tierra y con profunda reverencia adoró a la Madre de su Criador y Redentor y vio juntamente la Imagen y columna o pilar en mano de algunos Án geles. La piadosa Reina le dio la bendición en nombre de su Hijo san tísimo y le dijo: Jacobo [Santiago Mayor], siervo del Altísimo, bendito seáis en su diestra; Él os salve y manifieste la alegría de su divino rostro.— Y todos los Ángeles respondieron: Amén.—Prosiguió la Reina del cielo y dijo: Hijo mío Jacobo [Santiago Mayor], este lugar ha señalado y destinado el altísimo y todopoderoso Dios del cielo, para que en la tierra le consagréis y dediquéis en un Templo y casa de oración, de donde debajo del tí tulo de mi nombre quiere que el suyo sea ensalzado y engrandecido y que los tesoros de su divina diestra se comuniquen, franqueando liberalmente sus antiguas misericordias con todos los fieles y que por mi intercesión las alcancen, si las pidieren con verdadera fe y piadosa devoción. Yo en nombre del Todopoderoso les prometo gran des favores y bendiciones de dulzura y mi verdadera protección y amparo, porque éste ha de ser Templo y casa mía y mi propia he rencia y posesión. Y en testimonio de esta verdad y promesa quedará aquí esta columna y colocada mi propia imagen, que en este lugar donde edificaréis mi templo perseverará y durará con la santa fe has ta el fin del mundo. Daréis luego principio a esta casa del Señor, y habiéndole hecho este servicio partiréis a Jerusalén, donde mi Hijo santísimo quiere que le ofrezcáis el sacrificio de vuestra vida en el mismo lugar en que dio la suya para la Redención humana.


353. Dio fin la gran Reina a su razonamiento, mandando a los Ángeles que colocasen la columna y sobre ella la santa Imagen en el mismo lugar y puesto que hoy están, y así lo ejecutaron en un momento. Luego que se erigió la columna y se asentó en ella la sa grada Imagen, los mismos Ángeles, y también el Santo Apóstol, reconocieron aquel lugar y título por casa de Dios, puerta del cielo y tierra santa y consagrada en templo para gloria del Altísimo e in vocación de su beatísima Madre. Y en fe de esto dieron culto, adora ción y reverencia a la divinidad, y Santiago se postró en tierra, y los Ángeles con nuevos cánticos celebraron los primeros con el mis mo Apóstol la nueva y primera dedicación de Templo que se instituyó en el orbe después de la Redención humana y en nombre de la gran Señora del cielo y tierra. Este fue el origen felicísimo del santuario de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania], que con justa razón se llama cámara angelical, casa propia de Dios y de su Madre purísima, y digna de la veneración de todo el orbe y fiador seguro y abonado de los beneficios y favores del cielo, que no desmerecieron nuestros pecados. Paréceme a mí que nuestro gran patrón y Apóstol el segun do Jacobo dio principio más glorioso a este templo que el primer Jacobo al suyo de Betel, cuando caminaba peregrino a Mesopotamia, aunque aquel título y piedra que levantó (Gen 28, 18) fuese lugar del futuro templo de Salomón. Allí vio en sueños Jacob la escala mística en fi gura y sombra con los Ángeles, pero aquí vio nuestro Jacobo la escala verdadera del cielo con los ojos corporales, y más Ángeles que en aquélla. Allí se levantó la piedra en título para el templo que mu chas veces se había de destruir y en algunos siglos tendría fin, pero aquí, en la firmeza de esta verdadera columna consagrada, se aseguró el templo, la fe y culto del Altísimo hasta que se acabe el mundo, subiendo y bajando Ángeles a las alturas con las oraciones de los fieles y con incomparables beneficios y favores que distribuye nues tra gran Reina y Señora a los que en aquel lugar con devoción la invocan y con veneración la honran.


354. Dio humildes gracias nuestro Apóstol a María santísima y la pidió el amparo de este reino de España con especial protección, y mucho más de aquel lugar consagrado a su devoción y nombre. Y todo se lo ofreció la divina Madre, y dándole de nuevo su ben dición, la volvieron los Ángeles a Jerusalén con el mismo orden que la habían traído. Pero antas, a petición suya, ordenó el Altísimo que para guardar aquel santuario y defenderle quedase en él un Ángel Santo encargado de su custodia, y desde aquel día hasta ahora per severa en este ministerio y le continuará cuanto allí durare y permaneciere la Imagen sagrada y la columna. De aquí ha resultado la maravilla que todos los fieles y católicos reconocen de haberse con servado aquel santuario ileso y tan intacto por mil seiscientos [dos mil] años entre la perfidia de los enemigos de la santa fe, la idolatría de los romanos, la herejía de los arríanos y la bárbara furia de los moros y paganos [y modernos comunistas]; y fuera mayor la admiración de los cristianos, si en particular tuvie ran noticia de los arbitrios y medios que todo el infierno ha fabrica do en diversos tiempos para destruir este santuario por mano de todos estos infieles y naciones. No me detengo en referir estos suce sos, porque no es necesario y tampoco pertenecen a mi intento. Basta decir que por todos estos enemigos de Dios lo ha intentado Lucifer muchas veces, y todas lo ha defendido el Ángel Santo que guarda aquel sagrario.


355. Pero advierto dos cosas que se me han manifestado para que aquí las escriba. La una, que las promesas aquí referidas, así de Cristo nuestro Salvador como de su Madre santísima, para con servar aquel templo y lugar suyo, aunque parecen absolutas, tienen implícita o encerrada la condición, como sucede en otras muchas promesas de la Escritura Sagrada, que tocan a particulares bene ficios de la divina gracia. Y la condición es, que de nuestra parte obremos de manera que no desobliguemos a Dios para que nos prive del favor y misericordia que nos promete y ofrece. Y porque Su Majestad en el secreto de su justicia reserva el peso de estos pecados con que le podemos desobligar, por eso no expresa ni declara esta condición; y porque también estamos avisados en su Santa Iglesia, que sus promesas y favores no son para que usemos de ellos contra el mismo Señor, ni pequemos en confianza de su liberal misericordia, pues ninguna ofensa tanto como ésta nos hace indignos de ella. Y tales y tantos pueden ser los pecados de estos reinos y de aquella piadosa ciudad de Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania], que lleguemos a poner de nuestra parte la condición y número por donde merezcamos ser privados de aquel admirable beneficio y amparo de la gran Reina y Señora de los Án geles.


356. La segunda advertencia no menos digna de consideración es, que Lucifer y sus demonios, como conocen estas verdades y promesas del Señor, ha pretendido y pretende siempre la malicia de estos Dragones infernales introducir mayores vicios y pecados en aquella ilustre ciudad y en sus moradores con más eficacia y as tucia que en otras, y en especial de los que más pueden desobligar y ofender a la pureza de María santísima. El intento de esta serpien te antigua mira a dos cosas execrables: la una que, si puede ser, desobliguen los fieles a Dios para que les conserve allí aquel sagrado y por este camino consiga Lucifer lo que por otros no ha podido; la otra, que si no puede alcanzar esto, por lo menos impida en las almas la veneración y piedad de aquel templo sagrado y los grandes beneficios que tiene prometidos en él María santísima a los que dig namente los pidieren. Conoce bien Lucifer y sus demonios que los vecinos y moradores de Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania] están obligados a la Reina de los cielos con más estrecha deuda que muchas otras ciudades y provincias de la cristiandad, porque tienen dentro de sus muros la ofi cina y fuente de los favores y beneficios que otros van a buscar a ella. Y si con la posesión de tanto bien fuesen peores, y despreciasen la dignación y clemencia que nadie les pudo merecer, esta ingratitud a Dios y a su Madre santísima merecería mayor indignación y más grave castigo de la Justicia divina. Confieso con alegría a todos los que leyeren esta Historia, que por escribirla a solas dos jornadas de Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania] tengo por muy dichosa esta vecindad [en Soria] y miro aquel san tuario con gran cariño de mi alma, por la deuda que todos cono cerán tengo a la gran Señora del mundo. Reconózcome también obligada y agradecida a la piedad de aquella ciudad, y en retorno de todo esto quisiera con voces vivas renovar en sus moradores la cordial e íntima devoción que deben a María santísima y los favores que con ella pueden alcanzar y con el olvido y poca atención des merecer. Considérense, pues, más beneficiados y obligados que otros fieles. Estimen su tesoro, gócenle felizmente y no hagan del propicia torio de Dios casa inútil y común, convirtiéndola en tribunal de justicia, pues la puso María santísima para taller o tribunal de mi sericordias.


357. Pasada la visión de María santísima, llamó Santiago [Mayor] a sus discípulos, que de la música y resplandor estaban absortos, aunque ni oyeron ni vieron otra cosa. Y el gran maestro les dio noticia de lo que convenía, para que le ayudasen en la edificación del sagrado templo, en que puso mano y diligencia; y antes de partir de Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania] acabó la pequeña capilla donde está la santa Imagen y columna, con favor y asistencia de los Ángeles. Y después con el tiempo los ca tólicos edificaron el suntuoso templo y lo demás que adorna y acom paña aquel tan celebrado santuario. El Evangelista San Juan no tuvo por entonces noticia de esta venida de la divina Madre a España, ni ella se lo manifestó, porque estos favores y excelencias no pertene cían ala fe universal de la Iglesia y por esto las guardaba en su pecho; aunque declaró otras mayores a San Juan y a los otros Evangelistas, porque eran necesarias para la común instrucción y fe de los fieles. Pero cuando Santiago [Mayor] volvió de España por Efeso, entonces dio cuenta a su hermano Juan Evangelista de lo que había sucedido en la peregrinación y predicación de España, y le declaró las dos veces que en ella había sido favorecido con las visiones de la beatísima Madre y de lo que en esta segunda le había sucedido en Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania], del Templo que dejaba edificado en esta ciudad. Y por relación del Evangelista tuvieron noticia de este milagro muchos de los Apósto les y discípulos a quien se lo refirió él mismo después en Jerusalén para confirmarlos en la fe y devoción de la Señora del cielo, y en la confianza de su amparo. Y fue así, porque desde entonces los que conocieron este favor de Jacobo [Santiago Mayor] la llamaban y la invocaban en sus trabajos y necesidades, y la piadosa Madre socorrió a muchos, y a todos en diferentes ocasiones y peligros.


358. Sucedió este milagroso aparecimiento de María santísima en Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania], entrando el año del nacimiento de su Hijo nuestro Salvador de cuarenta, la segunda noche de dos de enero. Y desde la sa lida de Jerusalén a la predicación habían pasado cuatro años, cuatro meses y diez días, porque salió el Santo Apóstol año de treinta y cin co, como arriba dije (Cf. supra n. 319), a veinte de agosto; y después del apareci miento gastó en edificar el templo, en volver a Jerusalén y predicar, un año, dos meses y veinte y tres días; murió a los veinte y cinco de marzo del año cuarenta y uno. La gran Reina de los Ángeles, cuan do se le apareció en Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania], tenía de edad cincuenta y cuatro años, tres meses y veinte y cuatro días; y luego que volvió a Jerusalén partió a Efeso, como diré en el libro y capítulo siguiente; al cuarto día se partió. De manera que se le dedicó este templo muchos años antes de su glorioso tránsito, como se entenderá cuando al fin de esta Historia (Cf. infra n. 742) de la gran Señora declare su edad y el año en que murió, que desde este aparecimiento pasaron más de los que de or dinario se dice. Y en todos estos años ya en España era venerada con culto público y tenía templos, porque a imitación de Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania] se le edificaron luego otros, donde se le levantaron aras con solemne ve neración.


359. Esta excelencia y maravilla es la que sin contradicción en grandece a España sobre cuanto de ella se puede predicar, pues ganó la palma a todas las naciones y reinos del orbe en la veneración, culto y devoción pública de la gran Reina y Señora del cielo María santí sima, y viviendo en carne mortal se señaló con ella en venerarla [con culto de hiperdulía] e invocarla más que otras naciones lo han hecho después que murió y subió a los cielos para no volver al mundo. En retorno de esta an tigua y general piedad y devoción de España con María santísima, tengo entendido que la piadosa Madre ha enriquecido tanto a estos reinos en lo público, con tantas imágenes suyas aparecidas y san tuarios como hay en ellos, dedicados a su santo nombre, más que en otros reinos del mundo. Con estos singularísimos favores ha querido la divina Madre hacerse más familiar en este reino, ofreciéndole su amparo con tantos templos y santuarios como tiene, saliéndonos al encuentro en todas partes y provincias, para que la reconozcamos por nuestra Madre y Patrona, y también para que entendamos la obligación de esta nación en la defensa de su honor y la dilatación de su gloria por todo el orbe.


360. Ruego yo y humildemente suplico a todos los naturales y moradores de España y en el nombre de esta Señora les amonesto despierten la memoria y aviven la fe, renueven y resuciten la devo ción antigua de María santísima y se reconozcan por más rendidos y obligados a su servicio que otras naciones; y singularmente tengan en suma veneración el santuario de Zaragoza [Caesaraugusta in Hispania], como de mayor dig nidad y excelencia sobre todos y como original de la piedad y vene ración que España reconoce a esta Reina. Y crean todos los que le yeren esta Historia, que las antiguas dichas y grandezas de esta mo narquía las recibió por María santísima y por los servicios que le hicieron en ella, y si hoy las reconocemos tan arruinadas y casi per didas, lo ha merecido así nuestro descuido, con que obligamos al desamparo que sentimos. Y si deseamos el remedio de tantas cala midades, sólo podemos alcanzarle por mano de esta poderosa Reina, obligándola con nuevos y singulares servicios y demostraciones. Y pues el admirable beneficio de la fe católica y los que he referido nos vinieron por medio de nuestro gran patrón y Apóstol Santiago, renuévese también su devoción e invocación, para que por su inter cesión el Todopoderoso renueve sus maravillas».
Sor María Jesús de Ágreda, "Mística Ciudad de Dios", libro VII,
capítulo 16, 349.351-360.


ZARAGOZA, perenne testimonio de la visita en carne mortal de María Santísima a Santiago, columna de la fe española, promesa y símbolo de la duración hasta el fin de los siglos de la Religión católica en España.


Al regresar a Jerusalén, Santiago se encontró con la exasperación de las autoridades judías, no solo porque algunos se unían al grupo de los cristianos, sino principalmente por su apertura al mundo pagano, a los no judíos. Pensaban que mientras que los cristianos fueran solo un grupo dentro del judaísmo el problema no era tan grave. Y castigando de esta manera a Santiago castigaban ejemplarmente al que más lejos había llegado en esta apertura a los no judíos. No podemos olvidar que también con San Pablo, cuando este llego a Jerusalén en el verano del 56 para entregar la colecta a favor de los pobres de Jerusalén, intentaron hacer lo mismo, aunque finalmente intervino la guardia romana del templo, los cuales liberaron a Pablo y lo entregaron al Gobernador que lo encarcelo en Cesárea. La acusación contra Pablo era que había introducido a un pagano en el Templo. Sabemos que esto fue un bulo que hicieron correr, pero sin duda tenían contra Pablo su apertura a los paganos y lo que decía sobre la Ley.

Santiago fue ejecutado en Jerusalén por el rey Agripa I durante la primavera del año 40 (Hch 12). 

Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa Lucas: «por aquel tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan» (Hch 12, 1-2). 

Santiago el Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de generosa adhesión a Cristo. Él, que inicialmente había pedido, a través de su madre, sentarse con el hermano junto al Maestro en su Reino, fue precisamente el primero en beber del cáliz de la pasión, en compartir con los apóstoles el martirio.



La tradición nos asegura que los restos del Apóstol Santiago descansan en Compostela, lugar de peregrinación al que tantas personas acuden cada año, haciendo un camino a la vez externo e interior. 

Según la tradición, su cuerpo habría sido trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela. Como todos sabemos, aquel lugar se convirtió en objeto de gran veneración y todavía hoy es meta de numerosas peregrinaciones, no solo desde Europa, sino desde todo el mundo. De este modo se explica la representación iconográfica de Santiago con el bastón del peregrino, y el rollo del Evangelio, características del apóstol itinerante, entregado al anuncio de la «buena noticia», características de la peregrinación de la vida cristiana.


SANTIAGO DE COMPOSTELA, relicario de las veneradas cenizas y restos mortales de Santiago, demostración evidente del amor que nos tuvo en vida, toda vez que, después de muerto, quiso también permanecer entre nosotros.










vino a desembarcar en Cartagena, una de las más importantes colonias de Roma tenida a la sazón en España y poco después pasó a Granada, donde convirtió gran número de infieles».

La «Gacetilla Curiosa» o semanario granadino, correspondiente al trece de mayo de 1 765, en uno de sus articulos, sin firma, titulado «Siglo I», encontramos el siguiente fragmento:

«Santiago el Mayor, Jacobo, Jaime o Diego, que con todos esos nombres llaman los españoles a su Apóstol patrono... después de la admirable Ascensión de Cristo y martirio de San Esteban, vino a España a encender el fuego de la Luz Evangélica, trayendo consigo algunos discípulos que le ayudasen, que algunos dicen que fueron doce, los conocidos son siete.»














Pero, ¿por qué San Lucas no cuenta nada de este viaje? Sabemos que este autor no lo cuenta todo con detalle. El va resumiendo de un modo muy general los primeros pasos de la Iglesia después de la resurrección hasta llegar al primer viaje de San Pablo y al concilio de Jerusalén, una vez que Santiago ya ha sido ejecutado. A partir de aquí San Lucas entra en más detalles geográficos para contarnos los distintos viajes de San Pablo. También es posible que no contara nada sobre el viaje de Santiago al tratarse de un viaje aislado sin consecuencias inmediatas para la Iglesia como la creación de comunidades cristianas. Santiago apenas había dejado plantada la semilla del Evangelio con su viaje, y se volvió a Jerusalén en donde le esperaba la misma suerte que a su maestro, y tal como le había dicho a Jesús, bebería de su mismo cáliz



El autor de los Hechos de los Apóstoles tampoco nos cuenta el hecho de que el mismo San Pablo pudo haber llegado a las costas de Hispania, tal vez al puerto de Tarragona, pues había comunicación directa desde Roma, sin escala. San Pablo acababa de terminar su situación de libertad vigilada en Roma. Esto pudo ocurrir hacia el ano 63, pues en julio del 64 se produjo el incendio de Roma y Nerón desato una terrible persecución contra los cristianos que duro hasta el 68 y que provoco el martirio de San Pedro y de San Pablo en Roma. Es muy probable que este viaje de San Pablo tampoco produjeras grandes frutos de manera inmediata, pues también este fue un viaje apenas sin preparar. Pero San Pablo quería completar un proyecto de llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra en aquel mundo mediterráneo tal como el mismo relata en la Carta a los Romanos. Está claro que en estos primeros momentos de la misión de los Apóstoles, es mayor el ímpetu de estos hombres que los medios de los que se disponía y los frutos que se conseguían.

Mas tarde y poco a poco fueron llegando a las costas de Hispania misioneros discípulos de los Apóstoles a través de los distintos puertos del mediterráneo, y Cartagena tuvo un protagonismo muy importante para la expansión del cristianismo en todo el sureste hispano. ¿Quién puede negar esto?

Y se comenzaron a crear las primeras comunidades cristianas. Estos primeros pasos del cristianismo apenas si dejan huella arqueológica, pues en estos momentos lo más urgente era anunciar la resurrección de Jesucristo y su significado de salvación definitiva para toda persona humana, pero poco a poco los cristianos trajeron consigo una serie de objetos domésticos convertidos en objetos litúrgicos. Entre estos objetos destacan las lucerrnas o lámparas de barro cocido con símbolos e inscripciones cristianas. Iluminar la lámpara, cargándola de aceite y encendiendo la mecha, era un rito cotidiano para aquellos cristianos que en Cartagena y otros lugares de nuestra región como Begastri (Cehegin), Algezares, La Alberca, Cartagena, Mazarrón, el Salto de la Novia (Ulea-Ojos)... lo hacían cada día cuando

llegaba la noche. Indicaba la Luz verdadera que es Cristo y que les acompañaba desde el momento en que el bautismo les había hecho «hijos de la luz», y les daba la esperanza de esperar serenamente el día en el cual «ya no habrá mas noche porque el Señor Dios los iluminara» (Ap 22,5).

Estas primeras huellas arqueológicas del cristianismo en nuestra región nos ensenan algo importante sobre la fe cristiana como es que el cristianismo no es en primer lugar una civilización sino que busca transformar cualquier civilización cambiando la mentalidad de las personas. Surge en la civilización romana pero no se identifica con ella, y durante casi los dos primeros siglos no construye edificios propios sino que se organiza en casas particulares que se convierten en casas-iglesias.

Cuando se descarta toda posibilidad de que Santiago entrara a Hispania por Cartagena por falta de testimonies directos, parece como si aquellos que consideramos esta posibilidad nos dejáramos llevar por leyendas piadosas sin fundamento histórico. Y esto no es así. Detrás de algunas tradiciones que cobraron fuerza en la época medieval a raíz de la reconquista puede haber una parte de verdad.

La celebración de un año jubilar jacobeo unido al jacobeo compostelano es una oportunidad para poner en valor la tradición de Santiago a la que tan fuertemente esta unida nuestra diócesis de Cartagena. Es también una ocasión para valorar más nuestra historia y nuestra arqueología. Contamos con una excelente generación de arqueólogos que conocen muy bien este periodo romano y tardorromano en el que se fue fraguando el tristianismo. El gran trabajo arqueológico de Cartagena y de otros lugares está sacando a la luz muchos materiales, pero queda mucho por hacer todavía tanto en Cartagena como en otros lugares y nos falta valorar mas todo esto. Gran parte de estos trabajos han sido publicados en la revista Antigüedad y Cristianismo de la Universidad de Murcia. En Cartagena, y a través del convenio entre la Universidad Politécnica, la Diócesis de Cartagena, y la Fundación Teatro Romano se vienen realizando una serie de cursos abiertos para dar aconocer el cristianismo antiguo en el sureste hispano y su relación con Cartagena. Pero necesitamos poner en valor yacimientos como el baptisterio de Algezares, que está en una situación de total abandono, el yacimiento del Salto de la Novia y otros lugares con presencia arqueológica cristiana en nuestra región.







Volver nuestra mirada a los comienzos del cristianismo es recordar que nuestra fe es apostólica. A través de los Apóstoles llego la luz del Evangelio, en nuestra tierra a través de Santiago, y los que seguimos a Jesús en este tercer milenio sabemos que tenemos que trabajar día a día para que esta luz siga encendida. Ojalá nos pareciéramos a los primeros cristianos. En su manera de vivir la fraternidad del Evangelio en primer lugar, y también en su manera de relacionarse con el mundo, para no caer en los intereses de este mundo sino que seamos capaces de iluminarlo con la verdad del Evangelio. Que Santiago, el Apostol de las tierras hispanas interceda por nosotros.

Fuentes: