domingo, 3 de febrero de 2019

Rel1 B2.2 Historia de Israel II: Dios elige a un pueblo

2.3.- Moisés.
Por el siglo XIV antes de Cristo, de entre todos los hebreos Dios escogió a Moisés, de la tribu de Leví.

Dios permitirá que los acontecimientos saquen a Moisés de la corte del Faraón en la que se crió y haciéndose presente en una zarza ardiente le comunicó que debería liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto. Así, guiado por Moisés el pueblo celebró la primera Pascua, fue liberado, y caminaron por el desierto durante 40 años hasta llegar a la Tierra Prometida.

En el monte Sinaí, Dios le entregó a Moisés los 10 Mandamientos, con los que se sellaba la Alianza de Dios con los israelitas: "Vosotros seréis mi Pueblo y Yo seré vuestro Dios".



Al llegar a la Tierra Prometida, los israelitas la encontraron ocupada. Dios eligió a Josué como sucesor de Moisés, y lo puso al frente del pueblo. Después de muchos años de luchas se logró la conquista.

Cuando los hebreos se asentaron en la Tierra Prometida, distribuyeron el territorio en 12 partes, una para cada tribu (aunque la de Leví no recibió tierra por estar al servicio del culto a Dios, así que la de José quedó dividida en dos nuevas tribus que tendrían su propia porción de la Tierra Prometida: la de Efraim, y la de Manasés). En cada tribu eligieron Jueces para gobernarlos y administrar justicia.




3.- La época de los Reyes y Profetas.
Con el tiempo, los hebreos quisieron tener un rey que los gobernara a todos y Dios les eligió a Saúl. Durante todo este período, los profetas fueron los encargados de transmitir los mensajes divinos.

Los reyes hebreos son signo de que Dios es un rey justo y fiel a sus promesas. Sin embargo, con el tiempo, los intereses de los reyes irán pervirtiéndose al buscar toda su felicidad en la riqueza y el poder, instaurando un período de injusticias hacia el pueblo, especialmente hacia los pobres. Los profetas advertirán de este hecho y por eso serán perseguidos y odiados por los soberanos y también por su pueblo que los veía como portadores de catástrofes y desgracias sobre ellos.


Saúl fue el primer rey de los hebreos; fue sucedido por David, el gran rey de Israel que logró unificar toda la nación. David fue sucedido por su hijo, Salomón, que fue el rey que construyó el gran templo de Jerusalén. 

Pero a la muerte de Salomón, Israel se dividió en dos: el reino del norte (Israel), y el reino del sur (Judá). Como consecuencia de esta división, los reinos quedaron empobrecidos y a merced de los grandes imperios vecinos.

Entonces aparecieron los grandes profetas que invitaban a la conversión. El reino de Israel (al norte) terminó siendo destruido y arrasado por los asirios, y todos los israelitas fueron deportados a Nínive. Luego, el Reino de Judá (al sur) fue invadido y destruido por el imperio de Babilonia, y allí deportados todos los judíos.


Después de muchos años de destierro los judíos de Babilonia pudieron volver a su tierra, pero ya no como una nación independiente, sino como una provincia del imperio persa. 



4.- La confianza en las promesas de Dios: la espera del Mesías.
Las invasiones sufridas y el permanente sometimiento a otras potencias hace al pueblo hebreo infeliz. Su fe comienza a alimentar la esperanza de que un día llegará el Mesías como salvador definitivo.

Con mucha dedicación y esfuerzo, conducidos por Nehemías y Esdras, los judíos trabajaron en la reconstrucción de la ciudad y del Templo, y los sacerdotes pudieron volver a leer los “Libros de la Ley”.

En el siglo IV antes de Cristo, Alejandro Magno derrotó al imperio persa y todos sus territorios pasaron a estar en poder de los griegos, incluidos los que habitaban los hebreos. Los judíos soportaron la nueva dominación, pero se opusieron con fuerza a las costumbres religiosas que los griegos querían imponerles y aparecieron figuras fuertes como Judas Macabeo.

Tiempo después los romanos arrebataron a los griegos sus dominios y construyeron un imperio que se extendió prácticamente a lo largo de todo el mundo occidental conocido hasta entonces. El general Pompeyo fue quien conquistó Jerusalén y destruyó el Templo como forma de someter y dominar al pueblo judío (el Templo luego sería nuevamente reconstruido).


En este contexto, en el tiempo previsto por Dios desde el comienzo de la Creación, Jesús nace como cumplimiento de todas las promesas. Dios mismo entra en la historia haciéndose hombre en la persona de Jesús de Nazaret. Sin embargo, será rechazado por la mayor parte de su pueblo porque no resulta ser como el Mesías que ellos esperaban. Tampoco a los soberanos les gustaban sus mensajes. 

Con la muerte de Jesús en la cruz se produce el distanciamiento más grande posible entre Dios y su pueblo. Pero su resurrección salva definitivamente al hombre.

Bajo el imperio romano se produjo el gran acontecimiento de la Historia de la Salvación: el Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador. Dios envió a su Hijo, y con Jesús ingresó la salvación en el mundo.

Fuentes: