La Eucaristía y la Misa.
La Sagrada Eucaristía es el culmen de la Iniciación Cristiana. Los que por el Bautismo han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1322).
La Eucaristía es el Sacramento y toda la vida de la Iglesia que tiene como centro la presencia de Cristo en su Cuerpo y en su Sangre a través de las especies consagradas.
"Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 47).
La Santa Misa es la celebración litúrgica en la cual se consagran el Cuerpo y la Sangre de Cristo por los que se realiza el misterio de salvación.
La Misa termina con el envío de los fieles o "missio" de todos los presentes para que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana y anuncien su deseo de que todos los seres humanos se salven.
- Rutina de Pensamiento: "Veo, pienso y me pregunto" acerca de Abraham y Melquisedec.
El Sacramento de la Eucaristía: Sus partes.
La misa es la gran celebración de la Iglesia porque nos reúne a escuchar la Palabra de Dios, recordar la Cena en que Cristo nos dejó su Cuerpo y su Sangre y renovar su sacrificio en la cruz. Cada momento de la misa es muy importante y especial, como verás a continuación:
Al iniciar: Nos reunimos y saludamos todos bajo la mirada de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque en todo lo que sucederá dentro de la misa estará presente Dios.
Acto Penitencial y Gloria: Decimos “Señor, ten piedad”, pidiendo a Dios que perdone nuestros errores, nuestras faltas hacia otros o hacia nosotros mismos por el pecado. Y como su amor es tan grande y nos perdona, le cantamos “Gloria” alabando su Poder y la Paz que nos brinda.
Lectura de la Palabra: Dios nos habla y por eso escucharemos lecturas bíblicas, de profetas o apóstoles donde Él busca salvar a su pueblo, o quiere enseñarnos a ser mejores. Cantamos un “salmo”, una alabanza poética a Dios y también escuchamos a Jesucristo en el Santo Evangelio.
Homilía: El sacerdote que está presidiendo nuestra misa y que ha estudiado la Palabra de Dios hará una “homilía”, una reflexión para explicarnos lo que Dios quiere decirnos en las lecturas. Nos animará y nos dará los consejos necesarios para mejorar nuestros pasos en la vida.
Ofertorio: Nosotros “ofrecemos” a Dios nuestro trabajo diario en el pan y el vino que llegan al altar. Al dar un poco de nuestro dinero o alguna otra ofrenda en la misa, damos parte de nuestro esfuerzo diario a Dios y Él lo recibe junto con nuestras oraciones en la misa.
Consagración: Bajo las manos del sacerdote y con la oración de todos, el Espíritu de Dios desciende y permite que el pan y el vino se transformen en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. El sacerdote eleva uno y otro, y le adoramos junto con los ángeles y los santos que en ese momento no vemos, pero están ahí, diciendo junto con nosotros: “Señor mío y Dios mío”.
Comunión: Tal como nos enseñó Jesús y unidos como hermanos, rezamos a Dios diciéndole “Padre Nuestro”, después nos deseamos “la Paz del Señor” porque así pidió Jesús que lo hiciéramos. Y a continuación, pasamos a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la comunión.
Despedida: Al terminar la Misa el celebrante nos dice: “podéis ir en paz”, porque iremos con Dios en nosotros para continuar nuestra labor en el mundo, y con Él a nuestro lado, irán también sus santos y sus ángeles para que alcancemos cada día la felicidad.